
Cuando a la "tita Carmen" le advertí que el final del animalito era, inevitablemente, el arroz, no pareció importarle mucho, pero sí que me dijo que si el "tito Dioni" -que venía mu ilusionao - seguía metido en la doma, al menos nos lo quitaríamos una rato de la cocina. Se me ocurrió meterlo en el salón de casa con una birra y un disco del maestro Carrasco para que siguiera piaffando y haciendo apoyos de costao con el sombreo bien calao y el barbuquejo puesto -al menos en su imaginación-, y nos dejase trastear a gusto a los demás.
Tengo que empezar por deciros que lo más desagradable consiste en trocear al pobre bicho. Éste lo cortamos en aros aprovechando la forma del caparazón, y partiendo la cabeza longitudinalmente como se aprecia en la foto. Si el animalito fuese de menor talla, bastaría con cortarlo en dos mitades longitudinales. Las bocas las dejamos cascadas pero enteras.
Conviene que, una vez cortados los trozos, los pasemos vuelta y vuelta por la plancha al objeto de que la carne se endurezca un poco y no se vacíe después en el guiso.
Además del bogavante hemos de procurarnos lo siguiente:
- Un tomate maduro
- Una cebolla grandecita
- Un par de dientes de ajo
- Un trozo de pimiento rojo
- Un chorreón de coñac
- Una cucharada de ñora molida
- Una rama de perejil picado
- Caldo de pescado
- Y arroz, se entiende.
Agregamos la cantidad de arroz que tengamos por costumbre según el número de comensales, y lo rehogamos un poco en el refrito. Añadimos el caldo de pescado -tres medidas por cada una de arroz-., y sazonamos si es que el caldo no lo estuviera ya. En esta ocasión usamos un caldo que teníamos congelado de haber hervido unos huesos de rape con una cebolla, un poco de aceite y una hoja de laurel, y además pusimos un poco del agua de haber cocido unas gambas.
Inmediatamente colocamos los trozos del bogavante y lo dejamos cocerse junto con el arroz. Si se embebiera el caldo demasiado no tengáis miedo de añadir un poco más de caldo o de agua si no os queda.
Cuando queden unos cinco minutos para terminar la cocción, espolvoreamos con el perejil picado.
Antes de ir a sentaros, pasaos por el salón para ver si el tito Dioni sigue ensimismado en la música y las piruetas y medias vueltas, y, en caso necesario, lo despertáis para llevarlo a la mesa.
Con este arroz nos zampamos unas botellitas de albariño fresquito, que le viene ni que pintao.
Pues como el Tito Dioni no venga a la mía...solo me queda leer la receta una y otra vez. Jejejee.
ResponderEliminarFelices Fiestas, maestro.