Arroz con bogavante.

Se dejó caer un día por casa el "tito Dioni" con este pobre animal. No vino montado en él, no. El bicho ni tenía un galope reunío, ni un buen paso, ni tiraba el mosquero como lo hacen las buenas jacas. Ni siquiera tenía la doma suficiente para venir respondiendo a la voz metido en el enganche: "¡bogavante, eh!", "¡bogavante, bo!". Así, que no tuve más remedio que convencerlo de que, por mu bestia que el bicho fuera, no se trataba de un equino, y que como además  ni estaba ni para la montura ni para el carro, lo mejor que podíamos hacer con él era zampárnolos, pobrecito, no fuera que pillara complejo.

Cuando a la "tita Carmen" le advertí que el final del animalito era, inevitablemente, el arroz, no pareció importarle mucho, pero sí que me dijo que si el "tito Dioni" -que venía mu ilusionao - seguía metido en la doma, al menos nos lo quitaríamos una rato de la cocina. Se me ocurrió meterlo en el salón de casa con una birra y un disco del maestro Carrasco para que siguiera piaffando y haciendo apoyos de costao con el sombreo bien calao y el barbuquejo puesto -al menos en su imaginación-, y nos dejase trastear a gusto a los demás.



Tengo que empezar por deciros que lo más desagradable consiste en trocear al pobre bicho. Éste lo cortamos en aros aprovechando la forma del caparazón, y partiendo la cabeza longitudinalmente como se aprecia en la foto. Si el animalito fuese de menor talla, bastaría con cortarlo en dos mitades longitudinales. Las bocas las dejamos cascadas pero enteras.

Conviene que, una vez cortados los trozos, los pasemos vuelta y vuelta por la plancha al objeto de que la carne se endurezca un poco y no se vacíe después en el guiso.

Además del bogavante hemos de procurarnos lo siguiente:

  • Un tomate maduro
  • Una cebolla grandecita
  • Un par de dientes de ajo
  • Un trozo de pimiento rojo
  • Un chorreón de coñac
  • Una cucharada de ñora molida
  • Una rama de perejil picado
  • Caldo de pescado
  • Y arroz, se entiende. 

    Preferiblemente en una paella, pochamos la cebolla, los ajos y el pimiento en una lámina de aceite de oliva virgen extra. Echamos el tomate cortado lo más fino que podamos -sin piel ni pepitas-. Añadimos la ñora y removemos. A continuación echamos un chorreón de coñac en el refrito y lo prendemos para que, flambeándolo hasta que se extinga el fuego, se evapore el alcohol.

    Agregamos la cantidad de arroz que tengamos por costumbre según el número de comensales, y lo rehogamos un poco en el refrito. Añadimos el caldo de pescado -tres medidas por cada una de arroz-., y sazonamos si es que el caldo no lo estuviera ya. En esta ocasión usamos un caldo que teníamos congelado de haber hervido unos huesos de rape con una cebolla, un poco de aceite y una hoja de laurel, y además pusimos un poco del agua de haber cocido unas gambas.

    Inmediatamente colocamos los trozos del bogavante y lo dejamos cocerse junto con el arroz. Si se embebiera el caldo demasiado no tengáis miedo de añadir un poco más de caldo o de agua si no os queda.

    Cuando queden unos cinco minutos para terminar la cocción, espolvoreamos con el perejil picado.

    Antes de ir a sentaros, pasaos por el salón para ver si el tito Dioni sigue ensimismado en la música y las piruetas y medias vueltas, y, en caso necesario, lo despertáis para llevarlo a  la mesa.

    Con este arroz nos zampamos unas botellitas de albariño fresquito, que le viene ni que pintao.

    Comentarios

    1. Pues como el Tito Dioni no venga a la mía...solo me queda leer la receta una y otra vez. Jejejee.
      Felices Fiestas, maestro.

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