Pimentá

 Desde que un verano me dio por subir en un ataque desesperado de añoranza de la cuchara, un cocido con todos los avíos, y oídas las protestas de algun@s, creo que no he vuelto a ser "malo" en ese sentido y no os he vuelto a hacer padecer suplicios "gastrodigitales". Como veis me porto bien y os subo un plato refrescante: la "pimentá".

El único problema que presenta este plato es que hay que estar cerca del horno aunque sea a ratos, porque habrá que estar pendiente para que no se queme, pero si nos ponemos cerquita un refrigerio, tampoco es para tanto.

La lista de la compra es bastante corta, lo que viene acorde con la sencillez del plato.

Vamos a utilizar lo siguiente:

  • Pimientos de esos cuadrados y carnosos. El número dependerá de la cantidad de comensales. Si os sirve de referencia yo he usado 3 -dos verdes y uno rojo- y ha salido cantidad como para dos personas. Si usáis más no importa porque en el frigo se conservan bien un par de días. Ya sabéis que en el mercado existen pimientos de éstos de otros colores, pero yo prefiero no usarlos porque queda la pimentá que parece un semáforo,...pero cada cual con sus gustos.
  • Un tomate gordo y maduro. Hay quien no lo pone, pero a mí siempre me ha gustado; imagino que porque así se hacía en casa de mi madre.
  • Una cebolla fresca.
  • Aceite, vinagre y sal para aliñar.
 
Ponemos el horno a precalentar a unos 200 grados. Mientras tanto lavamos bien los pimientos y el tomate y los secamos. Los ponemos en una bandeja y, con el horno ya caliente y puesto para que ase por arriba y abajo, la metemos en el carril del centro. Tenemos que tener cuidado de que no se nos quemen, para ello abrimos el horno con cuidado -echando la cara hacia atrás porque es muy desagradable, y hasta peligroso, recibir ese golpe de calor- y con unas pinzas los vamos girando para que se asen por igual. 

Los pimientos estarán asados cuando veamos que se han "aplastado" contra la bandeja de blanditos que se ponen, y la piel se empieza a dorar. Hay a quiénes les gusta dejarlos un poco más torrados; como os decía con lo del color es cuestión de gustos. Puede que el tomate, si es que lo ponéis, tarde un poco más, por lo que lo podréis dejar más tiempo. En total, en unos 45 minutos deben estar listos.

Una vez que los saquemos del horno los ponemos en un bol y los cubrimos con un paño de cocina para que "suden". No os deshagáis del caldito que sueltan. 

Cuando los pimientos hayan perdido el calor y se puedan manejar ya con las manos, los iremos pelando. Retirar la piel resulta fácil si están bien asados. Más complicado es deshacerse de las pepitas que se quedan pegadas en los dedos. Hay quien se pone un cachirrillo con agua para irse enjuagando, o papel de cocina para irse limpiando. Es importante que las pepitas no se os queden en los pimientos, aunque tampoco pasa nada si cuela alguna, claro. Una vez pelados los vamos haciendo tiras bien con los dedos o con la ayuda de unas tijeras o un cuchillo si es que se os resbalan, y las vamos poniendo en una bandeja de borde alto.
Sólo nos queda cortar y echarles la cebolla fresca, y aliñarlos. Para ello les pondremos un poco del caldo que han soltado y se ha quedado en el bol, la sal a vuestro gusto, un buen vinagre y un buen aceite de oliva virgen extra.

En esta ocasión han servido de acompañamiento de otra de las estrellas del verano: unas estupendas sardinas asadas.


Comentarios

  1. JAJAJAJAJA, Que casualidad paisano, la ibamos a publicar el lunes...lo dejamos para mas adelante....con un buen pan es uno de los placeres de la vida!!!
    Besos

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  2. ¡¡Vaya!! Siento habérosla pisado. Me alegra veros por aquí.

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