Salchichas al vino.

Me contaba una vez un amigo que tenía verdaderos problemas con sus hijos pequeños para que comiesen jamón "de verdad", porque los niños se habían acostumbrado al de sobre y no había manera de hacerles comer el que cortaba de la pata. El mismo problema tenía con los huevos de campo, porque los niños decían que eran naranja y no amarillos. 

Algo parecido os puede pasar a los que tengáis enanos por casa con la vista y el paladar de la modesta salchicha de carnicería de toda la vida, si es que no los tenéis acostumbrados. Así que paciencia, porque éstas no traen sabor a queso, a barbacoa, a ketchup ni a nada de lo que traen las salchichas de sobre que se venden hoy en día y, que dicho sea de paso, no sirven para comérselas de otra forma que no sea hervidas o a la plancha, pero al final os aseguro que se terminan rindiendo.

Éstas de aquí son salchichas de carnicería, de las de toda la vida, y las podréis encontrar en cualquier carnicería e incluso en las carnicerías de los hipermercados. Tampoco es que vaya a abogar yo por lo sanas que puedan ser en comparación con las de sobre, pues iros a saber lo que les puedan echar a unas y otras. Pero puestos a fiarme y a echarle cuenta al paladar, me quedo con éstas.

Vamos al lío. Para el guiso vamos a necesitar:

  • 1 Kg, de salchichas.
  • Una cebolla grande.
  • Varios dientes de ajo: tres o cuatro.
  • Una cuchada de harina.
  • Un vaso de vino blanco.
  • Una hoja de laurel.
  • Unas bolas de pimienta negra.
  • Un ramillete de perejil.

En una cacerola de base amplia calentamos un lámina de aceita de oliva virgen extra y, cuando esté caliente, ponemos la cebolla y los ajos muy picados. Ponemos también la hoja de laurel y los granos de pimienta. Sin que se nos doren, ponemos, a continuación, las salchichas una vez que les hayamos quitado las cuerdecitas que traen para hacer la ristra. Sabremos que es hora de echar el vino cuando las salchichas hayan perdido su aspecto a crudo y hayan adquirido un tono blanquecino. Podemos también en este momento echar un poco de sal.

Las dejamos hervir en el vino hasta que se evapore el alcohol y se haya embebido el caldo. Ponemos una cucharada de harina, removiendo para que espese la salsa, y echamos también el perejil muy picado. Debemos dejar al fuego bajito durante unos minutos con cuidado de que no se nos pegue la harina, que ya sabéis lo peligrosa que es con los descuidos.

Para acompañar nada mejor que unas papas fritas.

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